Las semillas, un bien común en cada vez menos manos

Las semillas son un bien común y, hasta hace pocas décadas, cualquier intento por restringir la libertad de reproducirlas habría sido considerado un absurdo, una ruptura de las normas básicas de la convivencia civilizada.

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19/07/2021 - 09:48 h

Ni un solo cultivo actual es fruto de la ciencia moderna. El maíz no era sino una espiga pequeña y frágil. Las patatas y los tomates eran plantas venenosas. Muchas frutas no eran sino pequeñas bayas. Convertir estas plantas silvestres en las fuentes de alimentación y sabor que hoy conocemos ha sido tarea de millones de familias y comunidades de varios pueblos a lo largo de miles de años. Las semillas son un bien común y, hasta hace pocas décadas, cualquier intento por restringir la libertad de reproducirlas habría sido considerado un absurdo, una ruptura de las normas básicas de la convivencia civilizada. No obstante, todo empieza a cambiar en 1961, cuando se crea la Unión Internacional para la Protección de Obtenciones Vegetales (UPOV) con el objetivo de privatizarlas.

Para los que negocian dichos tratados, los campesinos que guardan e intercambian semilla son una competencia no deseada. Por eso, criminalizan los saberes, técnicas y prácticas de las comunidades campesinas. El mecanismo de privatización se denomina “derechos de obtentor”. En la práctica, lo que significa es que una compañía de semillas puede tomar semillas de campo de un agricultor, hacer una selección simple, privatizar y, después, reclamar la propiedad sobre todas las variedades similares. Lo que sería el equivalente al hecho de que, por haber pintado un grafiti en un edificio, reclamaran su autoría y propiedad. El resultado es que campesinas y campesinos acaban por no poder utilizar su propia semilla y la tienen que comprar –o pagar una regalía– a la compañía que la ha privatizado.

En un número creciente de países, reproducir una semilla privatizada y guardarla para la siguiente temporada está absolutamente prohibido. Si un agricultor utiliza semillas privatizadas sin permiso de la propiedad ni de dicha variedad, se le puede confiscar y destruir el cultivo, así como la cosecha y los productos obtenidos. El Convenio UPOV 91 obliga así a familias campesinas e indígenas a seguir la vía de la modernización agrícola, desposeyéndolas de un bien común que les ha permitido mantenerse como productoras de alimentos hasta ahora.

Estas reglas también erosionan la agrobiodiversidad, porque imponen como aceptables solo aquellas variedades que sean homogéneas. Eso es muy peligroso, especialmente para los países más empobrecidos y para la salud del suelo, ya que la mayor vulnerabilidad de los cultivos que se deriva de ello se intenta compensar con más productos químicos o con plantas derivadas de ingeniería genética resistentes a los plaguicidas. Organismos internacionales como la FAO han certificado tanto el fracaso de la Revolución Verde como la emergencia de la biodiversidad en nuestro planeta. De las diez mil especies originales, ahora cultivamos poco más de 150, y la gran mayoría de la humanidad se alimenta de no más de doce especies de plantas. ¿Cómo podemos tener una dieta diversificada si el 60 % de nuestras calorías provienen de solo tres cultivos: trigo, arroz y maíz? Si nuestra salud depende de la diversidad y composición del microbioma, que a su vez depende de la diversidad de nutrientes contenidos en los alimentos, ¿cómo se puede acceder a una dieta diversificada cuando la agricultura se basa en la uniformidad?

En 2016, el 55 % del mercado mundial de semillas estaba en manos de cinco grandes multinacionales. En 1985 era el 10 %. Y algunas de estas empresas controlan simultáneamente otro mercado multimillonario, el de los plaguicidas. Las recientes fusiones han agravado todavía más el panorama. Syngenta y ChemChina se fusionaron, Dow Chemical se fusionó con Dupont para formar Corteva, mientras que Bayer adquirió Monsanto. Actualmente, cuatro empresas controlan más del 60 % del mercado mundial de semillas y el 70 % del mercado de agroquímicos y pesticidas. Esta concentración inhibe el surgimiento de modelos agrícolas alternativos sostenibles y sistemas diversificados de provisión y comercio de semillas.

Y ahora la nueva tierra de conquista son las semillas resistentes al cambio climático. Se trata de cultivos resistentes a la sequía, las inundaciones o la sal. Un negocio multimillonario, ya que los acontecimientos extremos son cada vez más frecuentes. Ya hay más de 1.500 patentes de variedades resistentes en manos de las corporaciones. «La industria agroquímica y biotecnológica», escribe Vandana Shiva, «está utilizando las variedades resistentes al cambio climático desarrolladas por los agricultores mediante la cartografía de sus genomas y después reivindicando los rasgos seleccionados originalmente por los agricultores como sus propios inventos protegidos por patentes. No se trata de selección genética, sino de piratería, o más bien de biopiratería».

Proteger, preservar y distribuir libremente las semillas se convierte pues en una cuestión de supervivencia y libertad que nos afecta a todas. Como señala Vandana Shiva, «guardar y reproducir semillas locales se ha convertido en un imperativo (…). Solo así los agricultores pueden asegurar sus medios de vida, mientras que los consumidores pueden tener la seguridad nutricional, así como alimentos de buen sabor y calidad». Aquí, Unió de Pagesos defiende la recuperación total de los derechos de los campesinos en las semillas y las plantas. Y señala la paradoja de que solo se permite el intercambio de aquellas variedades inscritas en el registro estatal o en el catálogo europeo, cuando la realidad es que «cualquier variedad reproducida en las explotaciones evoluciona y se adapta a las características del territorio», de forma que acaba siendo menos uniforme y homogénea, hecho que impide que se pueda inscribir oficialmente. El problema es que estas son precisamente las semillas «más resilientes y, por lo tanto, más interesantes para hacer una producción más sostenible y adaptada a la crisis climática».

Para resistir es necesario seguir cultivando, guardando, intercambiando, multiplicando y compartiendo variedades autóctonas y ecológicas. Seed Freedom, la Red de Semillas Resembrando e Intercambiando, la Xarxa de Graners o Varietats Locals son espacios de referencia en esta lucha. Si buscas semilla autóctona, puedes adquirirla en Esporus o Les Refardes, entre otros.

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